Abrir los brazos y sostenerte, criatura.
Darte vos la teta directo al alma.
Siendo criatura, leche, pezón y eructo de vida; eructo de muerte.
Allí, donde no hay ideas.
Donde nada se cuestiona y todo se siente, o no.
Donde la cabeza no explota ya de pensamientos distractivos, o sí.
Donde los ojos extrudan calma y tormento; en unidad.
Para darle cobijo y amor.
Para que el alimento tibio de la respiración conjunta
acompañe el canal de partir, de moverse, de transformacción.
Y abrir la boca y dejar de succionar.
El coraje de decidir no tomar más leche de teta y caer al vacío, lleno de perdón.
Dejar que el espíritu convulsione todo lo que necesite y hacerlo con la plena convicción de que cada un@ de nosotros somos parte de ese vacío, en soledad, junt@s.
Cuando logro inspirar profundo las infinitas posibilidades y en cada espiración expiro lo que necesita otra cosa, siento que todo me sostiene, que estoy permeable a estar siendo, acompañado en un viaje de confianza y gentileza indescriptible.
Salí a caminar un rato.
Y te propongo hacerlo en voluntad.
Andá caminando por el suceso de existir todo lo que te sostiene, que es todo; incluso lo que no.
Dejalo morir.
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